sábado, 17 de agosto de 2013

La importancia de saber hacia donde vamos.

Por Rosana Garcia Torrelles.

Cuenta la historia mediante el relato épico Gîtâ, que en la India hace unos 5.000 mil años tuvo lugar la gran batalla de Kurukshetra, en la que dos familias, los Pandavas y los Kauravas se disputaban el trono de Hastinapura.
Los cinco hermanos Pandavas, Yudhisthira, Bhima, Arjuna, Nakula y Sahadeva, habían sido injustamente destronados por su malvado primo Duryodhana, el caudillo de los Kauravas, y tras lograr ayuda de otros reinos se lanzaron a la batalla para recuperar su reino. En el amanecer de aquel día, Arjuna pidió a su cochero que pusiera su carro entre los dos ejércitos a fin de verlos mejor. El cochero de Arjuna no era otro que el Señor, Sri Krishna, la encarnación de Dios en la tierra.
Cuando Arjuna distingue en el bando opuesto a sus amigos, familiares y maestros (ya que Kauravas y Pandavas se habían criado juntos) siente su valor desfallecer. Sus fuerzas desaparecen y su arco resbala de sus manos. Merece la pena detenerse en el desaliento de Arjuna.  El príncipe aduce que matar a sus parientes sería un pecado imperdonable, y lo que siente por todos los nobles héroes kauravas le impide tomar acción contra ellos. ¡Es difícil hallar una causa más justificada para abandonar una acción!
Pero Krishna conoce el corazón de su amigo. Arjuna está confundido y, aunque conoce su deber como kshatriya, de la casta guerrera, su mente trata de excusarle de ese deber con distintos  argumentos. Arjuna no duda sobre moral, sino que tiene miedo. No miedo a la batalla, en la que como guerrero es un experto, ni siquiera a estar actuando erróneamente. Arjuna tiene miedo a enfrentarse a la realidad, a deshacerse de sus  confortables apegos. En definitiva, este es el gran miedo que a todos nos impide crecer.
En nuestra batalla que es el camino espiritual, reconocemos nuestros apegos y apetencias, y también nuestros miedos y fobias, como enemigos que nos dificultan el paso, pero por miedo a perder nuestra supuesta seguridad, los teñimos con miles de excusas para no derribarlos, los volvemos nuestros “familiares y amigos”, aunque esto nos haga dependientes o infelices.
Esto no significa que seamos hipócritas o malos estudiantes. En el transcurso del camino es posible perder la perspectiva, lo que a menudo nos lleva a dar vueltas sin rumbo, y con bastante frecuencia a magnificar los problemas, alimentándolos al darles tanta importancia. Se hace necesaria en estos casos la ayuda de quien ha hecho el viaje y conoce los vericuetos de la senda, para hacernos recobrar el punto de vista objetivo.
Así, no obstante su confusión, Arjuna tiene frente a sí a la Luz de la sabiduría en la persona de Sri Krishna, y tiene la lucidez necesaria para decirle “enséñame, soy tu discípulo”. Cuando Arjuna se rinde al Señor, implícitamente dice: “mi mente está confusa, no puedo avanzar sin Tu ayuda” El discurso que Krishna canta en Kurukshetra va revelando una por una todas las verdades de la espiritualidad, que se funden en la gran única Verdad trascendente a todas las religiones y credos, disipando así la turbación del pandava. No obstante, aunque Krishna abre el paso para Arjuna, es éste quien finalmente lucha y vence en la batalla, lo cual nos brinda otra valiosa enseñanza:

“Aunque el Guru es indispensable, señalando el camino, somos nosotros quienes debemos decirle hacia donde nos dirigimos.”
Nadie puede ni debe hacer el trabajo por nosotros.

Corrección y reproducción. RGT

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Namaste, mi alma saluda a tu alma.



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