Por
Rosana Garcia Torrelles
Todos los seres que
corresponden a nuestro árbol genealógico, y han vivido antes que nosotros, aun
los que están vivos, residen en cada una de nuestras células y están jugando un
juego que nunca se abandona.
Seguramente, nuestra memoria
actual nos lleve solo a reconocer (dentro de las generalidades) hasta como máximo cuatro generaciones hacia arriba
en las ramas de nuestro árbol personal.
Pero hay más y más ascendencia,
millares de años de cruces de parejas que se encontraron por impulsos, han
sembrado las semillas de nuestras familias actuales, a través de miles de
kilómetros recorridos por la tierra del planeta.
Todos nuestros ancestros han
dejado dentro de nosotros sus saberes y virtudes pero también sus frustraciones
y deberes no cumplidos.
Es por ello que si una
generación no pudo resolver un asunto, será la siguiente la que,
inconscientemente, tratara de resolverlo.
Estableciéndose de esta
manera un nexo de transmisión transgeneracional de los problemas familiares,
que muy a menudo crean generación tras generación eslabones de una cadena
destinos espinosos, injustos y hasta trágicos.
Así mismo, nosotros seguramente
ya contamos con descendencia establecida, conocida o no, y allí también estamos
nosotros.
Te has preguntado ¿de donde
salen ciertas capacidades, miedos inexplicables, dolencias y hasta hábitos?
Conjuntamente con una misión
propia y personal, todo ser, se concatena con la proyección infinita de sus
ancestros, y viene a cumplir sus deseos y compensar sus errores ancestrales.
Esa proyección inercial de
nuestros ancestros va generando ciertos padecimientos, trastornos, malestares,
imposibilidades y problemas, devenidos del
mal intercambio de dar y el recibir dentro del sistema familiar, implantando
y transmitiendo ciertas “deudas”.
A ese impulso invisible que
parece torcer a su antojo nuestra propia rama del árbol se la conoce como “lealtad familiar”, término acuñado por el
psiquiatra húngaro Ivan Boszormeny Nagy quien, conjuntamente con Gerladine M.
Spark, publicaron el libro Lealtades invisibles.
Entonces, se puede sugerir
que todas las memorias hereditarias laten dentro de nuestro corazón, y todos y
cada uno de nuestros ancestros tiene un lugar dentro de nuestro corazón, eso nos
marca los rasgos más sutiles y se expresa con sensaciones bien íntimas e
inexplicables.
Tomando conciencia de ello,
nuestro rol frente a la memoria de nuestros ancestros es aplicar la compasión, el
entendimiento, el perdón y la revalorización, dado que son nuestras raíces más
profundas. Ellos nos guían con diligencia hacia la maestría personal en pos de
sacar los mejores frutos del árbol.
En últimas, todos provenimos
de la misma madre y el mismo padre, por lo que somos todos hermanos. Honrar
nuestra familia humana debe ser el principio básico para empoderarnos como
seres cósmicos.
Namasté,
mi alma saluda a tu alma.
Para
cualquier consulta, comunícate al Tel: (02317) 521572 Cel: (02317)15 510708.
Ciudad de 9 de Julio. Buenos Aires.
Rosana Garcia Torrelles.
Analista
de Sistemas
Maestra
de Reiki Usui
Deeksha
Giver Oneness
Practitioner
de Flores de Bach
Facilitadora
en Registros Akáshikos
Especialista
en Astromedicina, Numerología y Tarot.
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